Muchos años de historia, vivencias y experiencias jalonan el vínculo entre Mena y la Armada, teniendo a la Comandancia Naval como enlace local. Esto puede parecer algo banal cuando se acerca la Semana Santa malagueña, pero no es así, ya que nos obliga moralmente a mantener nuestras tradiciones y también a estar a la altura de nuestros predecesores.
Con esta inquietud en mi ánimo ante lo desconocido y con la responsabilidad que esto conllevaba, afronté mi primera Semana Santa en Málaga allá por abril de 2019, en la mañana del Jueves Santo, con la explanada del muelle 2 abarrotado de público ávido de recibir con entusiasmo a la Compañía de Honores de la Legión a bordo del buque más moderno de la Armada, el ‘Furor’.
Era mi primera vez, aunque en mi mente conocía todos los detalles del Jueves Santo. El personal de la Comandancia Naval me había comentado los pasos a seguir, pude contar también con el apoyo de la Congregación, había consultado los videos de años anteriores. Sabía el significado de lo que me esperaba ese día, pero… ¡nunca lo había vivido!
Me encontraba inquieto por la responsabilidad de representar a la Armada, pero a la vez estaba deseoso de sentir esta vivencia cofrade.
Decía antes que el público se agolpaba en el muelle, y conforme el ‘Furor’ embocaba la dársena, veía que la atmósfera se iba cargando de devoción, de asombro, de tradición. Los legionarios comenzaron a desembarcar, con ansias de llegar pronto a la explanada de Santo Domingo. El Cristo de la Buena Muerte esperaba paciente y sosegado el traslado a su trono. Lástima que la lluvia deslucía este primer encuentro del Cristo de Mena con su fervorosa concurrencia, lo que volvía a intranquilizarme, sin saber si afectaría al desfile procesional de la tarde. En ese momento pensaba que tenía que ser paciente y confiar en que estos pequeños obstáculos no fueran a deslucir este gran día.
Era el momento de un pequeño descanso antes de la procesión. En casa comentábamos con la familia lo intenso y emocionante que había sido la mañana. Y en seguida estaba de regreso a Santo Domingo, a continuar con las emociones.
La amenaza de lluvia seguía presente, y con ella la incertidumbre si el desfile se mantendría. Escuchaba atentamente a mi alrededor las múltiples opiniones, que me parecían todas ellas válidas, aunque yo ansiaba salir en procesión.
La explanada de Santo Domingo rebosaba de público, y claramente se podían sentir las ganas de iniciar el desfile. Poco a poco íbamos ocupando nuestros puestos, cruz guía, gastadores, penitentes, trono del Cristo… y finalmente la comitiva de la Armada ocupamos nuestro puesto en la procesión, justo delante de nuestra Virgen de la Soledad. La emoción era ahora tremenda, ya estábamos en marcha a pesar de las gotas de agua que comenzaban a aparecer. La música de la Banda de Guerra de la Legión nos llegaba desde la lejanía, y el himno del ‘Novio de la Muerte’ retumbaba en mi corazón cada pocos pasos.
En la primera parte del recorrido podía ver en las caras del público su sencilla devoción y sentimiento a pesar de la lluvia que caía entonces con cierta intensidad. Hubo que proteger a la imagen de la Virgen y a los valiosos estandartes de la Congregación. Con la lluvia volvió la incertidumbre sobre si completaríamos el recorrido. Quizás este fue el momento más incierto del día, junto con el frio que en ese momento tenía, con la levita completamente empapada y los zapatos calados.
En seguida embocamos el recorrido oficial, y recuperé rápidamente el tono viendo a tanto público deseoso de ver a la Virgen de la Soledad. También estaba mi familia, los vi en la tribuna de la Plaza de la Constitución, lo que me hizo sentir muy orgulloso de participar en la procesión. Así conseguí recobrar fuerzas para mantener la compostura para el tramo final del recorrido que ahora afrontábamos.
Calle Larios, Martínez, Alameda, Molina Larios… Muchísimo publico. Seguíamos avanzando lentos, más lentos de lo que yo quisiera, y entonces pensaba en el tremendo esfuerzo de los hombres de trono y aceptaba el ritmo pausado como necesario.
Ya en el último tramo del recorrido las fuerzas flaqueaban un poco y el cansancio se estaba apoderando de mí. Miraba a mi alrededor y veía rostros que reflejaban serenidad y transmitían confianza en alcanzar el final del recorrido. De nuevo vuelvo a ver a mi familia, contagiándome más ánimos para continuar.
Finalmente llegamos a Santo Domingo al encierro, abarrotado de público para ver a los tronos juntos. Qué bonito verlos acompasarse, al son del ‘Novio de la Muerte’ y de la ‘Salve Marinera’… Qué sorpresa ver a los niños con sus campanillas junto a los tronos… Qué cantidad de emociones… ¡Indescriptible!
Lástima que estos dos últimos años no he tenido la oportunidad de repetir esta experiencia tan inolvidable, pero seguro que pronto estaremos de nuevo todos en Santo Domingo, ¡listos para iniciar el desfile procesional de Mena junto a nuestros hermanos cofrades, legionarios y marinos!
El capitán de Navío Ignacio García de Paredes Rodríguez de Austria es el actual comandante naval de Málaga.