Era jueves. A esa hora en la que el Cristo de la Buena Muerte suele poner en pie la calle Larios, preparando el paso majestuoso de la Soledad. A esa hora en que nuestras Hermanas de la Cruz dejan su convento sumido en una devota oscuridad, tan sólo iluminado por la imagen de la Soledad de Ávalos. A esa misma hora fallecía el 31 de enero mi tío Pepe González Ramos.

Había nacido en la Málaga de 1927, de la que ya poco quedaba. Primogénito de una familia tradicionalmente menosa y heredera de un directivo histórico como fue José González Barba, estudió en el colegio de los Jesuitas, llevando toda su vida a gala las enseñanzas de aquellos años y el espíritu ignaciano de su fundador. Abogado de formación y empresario de vocación, su familia y él mantuvieron importantes vínculos con la sociedad civil malagueña de los años sesenta y setenta del pasado siglo, aquella Málaga de entonces…

Se casó con Rosario Bueno Carreras, mi querida tía Charo. Y con ella fue padre de cinco hijos y abuelo de siete nietos, de los que estoy seguro disfrutaría mucho viéndolos algún Jueves Santo vestidos de terciopelo negro junto con esa cuarta generación de González que ya circula por Santo Domingo.

Sus inicios cofrades se remontan a comienzos de los años cuarenta, junto a su buen amigo Antonio de la Morena García y partiendo hacia Mena desde la siempre cercana Carretería, túnica calada, cíngulo ajustado y capirote en mano. Con la ilusión que daba la edad y proporcionaba una Semana Santa en reconstrucción.

Guardando cierta similitud con aquellos años, su llegada al cargo de hermano mayor en 1973, puesto que ocuparía hasta 1976, permitió, tras el difícil periodo que para todo el mundo cofrade supusieron los años sesenta, un amplio relevo generacional y un necesario punto de inflexión que originó una importante revitalización de la vida de la congregación, abandonando definitivamente el letargo en el que se encontraba.

Junto a sus hermanos y un amplísimo número de congregantes puso en marcha una serie de iniciativas dirigidas a encauzar la cofradía hacia los nuevos tiempos. Se pusieron las bases que permitieran solventar el significativo lastre económico que año tras año soportaba la congregación, resuelto tradicionalmente hasta la fecha a golpe de talonario. Por otro lado, se abordó decididamente el relevo de los hombres de trono pagados, proceso que posteriormente llevaría años completar pero que tuvieron su primer germen en aquellos años y en aquellos niños trajeados del padre Mondéjar. Pero, por encima de todo, se dotó a Mena de una vida espiritual y asistencial hasta entonces impensable gracias al empuje de aquella nueva generación y a la labor desinteresada de tantos.

En el campo patrimonial, bajo el mandato de su junta de gobierno se realizó un gran esfuerzo para restaurar y dorar el trono del Cristo de la Buena Muerte. No creo que quedasen muchos malagueños de la época sin comprar aquellas entrañables participaciones de lotería, con la litografía de Alcalá ilustrándolas. Aún conservo algunas…

También, tras arduas gestiones con el entonces obispo Ángel Suquía, que con los años ocuparía el cargo de presidente de la Conferencia Episcopal, ya de cardenal, se obtuvo de la Diócesis el terreno para establecer un ‘tinglado’ permanente para nuestros tronos, antecesor de las futuras casas hermandad que décadas después florecerían en nuestra ciudad.

Y como mayor hito, se realizó el grupo escultórico la ‘Glorificación de la Soledad’, obra del afamado escultor Juan de Ávalos. Obra ilusionante para unos, criticada por otros, e incomprendida para muchos pues rompía totalmente con la estética barroca siguiendo las líneas marcadas por el reciente Concilio Vaticano II.

Importante fue igualmente en este periodo, aunque quizás poco conocido hoy en día, el establecimiento de una mayor vinculación con La Legión, especialmente tras el Jueves Santo de 1974, consiguiendo que los caballeros legionarios destinasen voluntariamente de sus nóminas una cuota mensual para la congregación.

Quedaron sin premio los esfuerzos y horas de trabajo invertidas para la constitución de una fundación, cuyas bases tuve en mis manos, que asegurase la estabilidad económica futura de la cofradía, y que nunca llegó a ver la luz. Lástima. Tampoco los  planteamientos de juntas de gobierno posteriores dieron su fruto. Igualmente no salieron adelante unos estatutos, que a gritos pedían su actualización, y que, quizás por avanzados, no contaron con la aprobación superior. Pero hacerse se hicieron, eso sí…

Tres años llenos de constante trabajo sin caer en el desfallecimiento, y que pueden constatarse en los libros de actas, donde la carencia semanal de las sesiones ordinarias de la junta daba idea de la frenética actividad de aquellos años. Y es que como me decía un gran amigo y congregante de referencia: “Con tu tío se podía estar de acuerdo o no, pero cuando te exponía algo lo hacía de tal forma y era tal su magnetismo que al minuto todos íbamos detrás de él”. Me lo creo.

Su actividad en aquellos años inolvidables se encuentra ampliamente recogida en el libro ‘Vivencias y reflexiones de un hermano mayor’, fruto de su portentosa memoria pero sobre todo del amplísimo archivo que mantenía. La obra, sufragada personalmente y cuya presentación llevó a cabo en un emocionante acto Vicente Pineda, destinaba el importe íntegro de su venta a beneficio de las Hermanas de la Cruz. Creo que aún se pueden encontrar algunos ejemplares del libro.

Y hoy, 2 de febrero, es sábado. Veo que junto al altar nuestro albacea general ha situado el guión de Nuestra Señora de la Soledad. Y pienso que bien podría ser Sábado Santo. Pero no lo es. Y mientras en mi mente escribo estas líneas, recuerdo a mi hijo Edu dormido en un sillón de su casa mientras dábamos cuenta de una bolsa de anacardos, uno a uno, sin prisas, sin pausas, mientras, intercalando quizás alguna exportación de pasas a Suecia o alguna anécdota venezolana, me iba desgranando todos y cada uno de los documentos que teníamos delante, en su carpeta de cartulina celeste, la del grupo de la Glorificación de la Soledad.

No, hoy no es Sábado Santo. Pero mañana será domingo. Domingo de Resurrección.