El Cristo de la Buena Muerte en los carteles oficiales de la Semana Santa de Málaga

2002

La imagen ha sido plasmada en ocho ocasiones distintas

ELÍAS DE MATEO CRONISTA

Artículo publicado en la revista ‘mena’ en octubre de 2005.

Introducción

Reiteradamente se ha afirmado por especialistas y profanos que el cartel es “un grito pegado a la pared”. Una de las grandes paradojas del movimiento procesionista en el ya concluido siglo XX es, precisamente, que un género artístico característico de la época industrial y de la sociedad de masas y de consumo contemporánea fuese tempranamente utilizado para difundir una manifestación de religiosidad popular de origen medieval y que alcanza su madurez estética y organizativa dentro de la época del Barroco.

Lo cierto es que, en el ámbito malagueño desde 1921, la naciente Agrupación de Cofradías va a adoptar este vehículo de propaganda avanzado para difundir las procesiones pasionistas dentro y fuera del ámbito estrictamente local y con la finalidad, a veces expresa, de convertirlas en atracción turística.

La espléndida exposición antológica sobre el cartel de la Semana Santa Malagueña celebrada en la Cuaresma del ya lejano 1981 en el desaparecido Museo Diocesano de Arte Sacro resultó ocasión propicia para valorar un género peculiar dentro del mundo de la cartelística. En un magnífico catálogo el ya desaparecido profesor Agustín Clavijo (q.e.p.d.) y el eminente especialista en arte del siglo XX, profesor Juan Antonio Ramírez, reflexionaron sobre este acervo artístico tan singular.

En aquella obra se trataron aspectos como el histórico, el estilístico, el iconográfico, el estético, el semiótico o su eficacia como vehículo publicitario, sin olvidar sus orígenes, vinculado al cartel de toros y de festejos de larga y fructífera trayectoria en Málaga desde las últimas décadas del siglo XIX.

Hoy, creemos preciso continuar el camino emprendido entonces. Parece ser que muy pronto va a ver la luz alguna iniciativa editorial en este sentido al parecer de carácter eminentemente divulgativo.

Sin embargo hoy, en estas páginas necesariamente breves vamos a intentar profundizar y a la vez, divulgar un icono o imagen a la que reiteradamente han recurrido los creadores, tanto pintores como fotógrafos para difundir anualmente la gran celebración religiosa popular de Málaga: sus procesiones de Semana Santa. Nos referimos a una talla de Crucificado: el Cristo de la Buena Muerte cuya imagen original tallara Pedro de Mena en el siglo XVII y que, desaparecida en los trágicos sucesos del 11 y 12 de mayo de 1931, recreara Francisco Palma Burgos en 1941. En ocho ocasiones distintas, bien es verdad que, a veces repitiendo cartel, el Cristo de la Buena Muerte ha sido ha sido icono anunciador de nuestra Semana Santa.

El cartel del año 1927, obra de Pablo Coronado Martín (1898-1970)
Cartel del año 1927, obra de Pablo Coronado Martín.

Todos los estudiosos del fenómeno cartelístico en Málaga coinciden en que la etapa comprendida entre 1921 y 1931 se corresponde con la época de apogeo del cartel sobre la Semana Santa de Málaga. La implicación en las sucesivas obras de este periodo de señalados maestros de la escuela de pintura malagueña marcados por el casticismo y el costumbrismo no sin introducir puntualmente algunos elementos del “artdecó” y ciertos ecos del modernismo, justifican esta afirmación.

En concreto el cartel de 1927 fue uno de los granados frutos del primer concurso oficial organizado por la Agrupación de Cofradías en 1925 con amplia repercusión, no sólo a nivel local sino también nacional. De el escribirá Agustín Clavijo:

“La Semana Santa de 1927 va a ser anunciada por un cartel de “amplias resonancias meridionales”, como es el arranque por saeta de una bien plantada gitana andaluza al paso de un Crucificado que recuerda en mucho la silueta del desaparecido Cristo de la Buena Muerte de Pedro de Mena. Su creador fue el joven artista motrileño Pablo Coronado Martín (1898-1970), muy vinculado a Málaga durante su última etapa de pintor. Se puede afirmar con toda clase de rigor crítico que Coronado ha compuesto un cartel “con toda limpieza de procedimiento, ponderación en la síntesis, eficacia sin exceso, elegancia expresiva del mejor tono y delicadeza en la valoración cromática a base de tintas planas, siendo, por tanto, un cartel impresionante en su sencillez icónica, en su eficiencia y garbo tipológico y en su técnica contemporánea”. El cartel responde en verdad a una clara concepción estilística del  género, apreciándose gran dominio técnico por parte de pintor tanto en su firmeza de trazo dibujístico como en la plenitud y fuerte contraste de color”.

Para Juan Antonio Ramírez “el diseño es simple, decorativo y eficaz: tintas planas, dos niveles de profundidad. Falta, por el contrario, el símbolo ciudadano” (torre de la Catedral, Farola).

La acogida que recibió esta obra fue entusiasta. Además, en el imaginario colectivo de los cofrades quedó, de alguna manera, como imagen y símbolo de “los felices años veinte”. La presencia, además del Cristo de Mena constituiría un valor añadido tras su desaparición en 1931 y su conversión en referencia mítica no nos puede extrañar que se recurriese a la misma obra para anunciar la trágica Semana Santa “nonnata de 1936 y la esperanzadora y difícil de 1939”.

El cartel del año 1931, obra de Francisco Holenleiter y Castro (1889-1968)
Cartel del año 1931, obra de Francisco Holenleiter y Castro.

Encuadrado en el mismo contexto artístico e histórico que el anterior, el cartel de 1931 representa, sin lugar a dudas, el fin de una época. Fue fruto del segundo concurso oficial de carteles organizado por la Agrupación de Cofradías en 1928 tutelado por la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y que también proporcionó granados frutos, En concreto mereció el cuarto premio de dicho certamen. De él nos comenta Agustín Clavijo en su ya citada obra:

“El triste año de 1931 va a tener como cartel anunciador de la Semana Santa el denominado Claveles, cuya ejecución corrió a cargo del gaditano Francisco Hohenleiter y Castro (1889-1968), habiendo obtenido el cuarto lugar en el concurso de 1928. Aunque persiste la misma fijación iconográfica que en los anteriores (mujer de mantilla en primer lugar y Crucificado en segundo plano), su estilo, más pictórico que propiamente cartelista, se desarrolla dentro de un mayor costumbrismo realista, no sólo por la clara y directa evocación del Crucificado (Cristo de la Buena Muerte de la Cofradía de Mena, casi a manera de homenaje póstumo, ya que lamentablemente fue destruido en la absurda “quema de conventos” de ese año), sino por el sabor popular con que ambienta la escena semanasantera a base de las modestas macetas de arcilla con chillones claveles rojos, que se colocan entre la bella dama (cuya expresión evoca a la del cartel de José Ponce del año 1921) y el majestuoso Cristo de Mena. Por otra parte, presenta la novedad de ser el único cartel que lleva estampadas las firmas, tanto del Presidente de la Agrupación (Antonio Baena) como de su secretario (José Viñas). Aunque refleja fuerte sabor arcaizante muy del gusto de la pintura academicista del siglo XIX, es, no obstante, un cartel de fuerte evocación semanasantera”.

Cartel de 1939, el mismo que se utilizó doce años antes.

Para Juan Antonio Ramírez, al igual que otros muchos carteles de la época, este de 1931 sigue apegado a un cierto modernismo dulcificado o academizado. Este mismo cartel, bien es verdad que modificado y simplificado en su rotulación original, será también empleado por la Agrupación de Cofradías para anunciar la Semana Santa de 1962.

Cartel de 1962, que reproduce el de 1931.
El cartel del año 1977, obra del estudio fotográfico Bienvenido-Arenas
Cartel fotográfico de 1977, obra de Bienvenido-Arenas.

Tras una larga etapa de decadencia de los carteles oficiales de nuestra Semana Santa a lo largo de la década de 1960, y primeros años setenta aparece como alternativa el cartel fotográfico, primero en blanco y negro (1963-1966), y, a partir de 1976, en color. Este cambio será muy bien acogido en el mundo cofrade malagueño, seleccionándose en años sucesivos imágenes de gran calidad, colorido y muy representativas obra, la mayoría de ellas, de una entonces joven generación de fotógrafos cofrades que crearán escuela. En esta nueva línea estética y técnica para, el cartel de 1977, sin embargo se recurre a uno de los estudios fotográficos profesionales de más solera en la ciudad. Así nos lo explica, una vez más, Agustín Clavijo:

“Para el año 1977 se sugiere por la comisión que “el cartel se haga como homenaje a Foto Arenas y a la memoria del que fue gran amigo de la Agrupación don José Romero Arenas (q.e.p.d.), en reconocimiento a la labor de sus muchos años de colaboración, eligiéndose, tras se sometida a votación, la fotografía que representa al Cristo de la Buena Muerte en contraluz, con fondo rojizo”. En efecto, la intencionada luz rojiza del fondo juega un importante papel en la composición del cartel, asiluetando y, a la vez, resaltando la figura del Crucificado en su elegante trono procesional, dando con ello una imagen de bulto, de elocuente enlace semanasantero con el espectador de la calle. Su confección fue realizada con notable calidad por los talleres gráficos Salcedo”.

Nuevamente, y ahora en los difíciles años de la Transición, el Cristo de la Buena Muerte es el icono que enarbola el procesionismo malagueño, quizás en una afirmación inconsciente de continuidad ante la incertidumbre del momento político que se vivía entonces.

El cartel del año 2000, obra de Francisco Torres Mata (1945-2010)
Cartel de 2000, obra de Francisco Torres Mata.

Los años ochenta del S. XX suponen dentro de la trayectoria del cartel oficial de la Semana Santa de Málaga una etapa de indefinición. La baja calidad artística y fuerza expresiva de algunas obras pictóricas  utilizadas entonces conduce a los responsables agrupacionales a retornar, a partir de 1987, la fotografía. 1991, supone, en este terreno, sin duda, un giro radical con respecto a el periodo inmediatamente anterior. Desde entonces la Agrupación de Cofradías decide encargar directamente el cartel a un pintor de reconocido prestigio dentro, casi siempre, del ámbito local. El resultado a lo largo de casi quince años ha sido más que notable. Una amplia y diversa nómina de creadores plásticos han dejado su impronta en el cartelismo procesionista malagueño. Algunas obras claramente vanguardista, sin embargo, no han llegado a gustar entre muchos cofrades. Otras muchas responden más a pinturas de caballete tradicionales que al género cartelístico.

Para anunciar la Semana Santa del año 2000, la Agrupación de Cofradías encargó el cartel a Francisco Torres Matas, pintor figurativo caracterizado por un excelente manejo del color y una pincelada amplia de clara raíz impresionista.

Así descubrió la prensa del momento el contenido, el significado y las características de la obra:

“Dos niños, acompañados de sus madres, que presencian desde un balcón el paso del Cristo de Mena la noche del Jueves Santo, componen el eje central del cartel anunciador de la Semana Santa de 2000.

El rojo, el blanco y el negro son los colores predominantes del cartel que tiene como elemento central, según explicó el pintor, al más pequeño de los niños que trata de abrirse paso entre los mayores para presenciar el trono. De esta manera el cartel hace centrar la atención sobre el grupo de personas, por encima del elemento religioso.

Torres Mata explicó que la elegido al Cristo de Mena pues tenía que representar a un Cristo del jueves o el viernes santo, para justificar a una de las madres vestidas de mantilla. “Mena es una cofradía que me satisface y finalmente me decidí por ella”.

El Cartel cuida al máximo los detalles, como el gesto cansado de una de las mujeres que reclina su pie izquierdo, o la presencia del gato que incorpora al grupo junto con los geranios.

La idea esencial que expresa el cartel de Torres Mata es la de un balcón abierto a la Semana Santa de la ciudad y que invita a todos a su contemplación”.

Por su parte, el pintor explicaba personalmente algunas claves de uno de los carteles más luminosos con que ha contado nuestra Semana Santa:

“En mi obra siempre he dado la importancia al factor humano, lo que es importante para entender el cartel. Aquí también prevalece el factor humano sobre el religioso aunque se relaciona con la Semana Santa por las imágenes representadas.

El punto de vista es un balcón desde el interior de una vivienda, con una luminosidad grande que le confiere luz y color muy vital, para transmitir alegría, luminosidad y colorido.

También he respetado otros elementos que se vinculan a Málaga, como los geranios y las gitanillas que cuelgan del balcón y que recuerdan el buen tiempo que hace en Málaga en esas fechas: o los niños con camisas de manga corta, cosa que no se ve en otro punto de España durante estas fechas y que me he permitido hacerlo porque estaba en Málaga”.

El cartel del año 2005, obra de Félix Revello de Toro (1926)
El cartel de 2005 es obra de Félix Revello de Toro.

Unos de los grandes acontecimientos culturales de Málaga durante el pasado año 2004 fue, sin duda, la gran exposición antológica en homenaje al pintor Félix Revello de Toro celebrada en el Museo Municipal. Más de cincuenta y cinco mil personas pudieron admirar durante casi dos meses ciento veinte obras escogidas de entre la enorme producción del pintor malagueño más relevante de la segunda mitad del siglo XX.

Los responsables de la Agrupación de Cofradías no quisieron permanecer al margen de este masivo reconocimiento público de Málaga a uno de sus hijos más preclaros. Saltándose una norma no escrita, vigente casi durante los últimos quince años, se encargó a Félix Revello el cartel para la Semana Santa de 2005, aún habiendo realizado ya en 1994 un encargo similar utilizando como tema central el trono de la Virgen de la Paloma. Además se anunció la concesión de la Medalla de Oro agrupacional a este malagueño universal afincado en Barcelona.

Nadie que lea estas páginas desconoce la proverbial bonomía y generosidad de Félix Revello y sus estrechas vinculaciones con nuestras cofradías de Pasión a las que ha donado numerosos oleos con magistrales imágenes de sus titulares.

Para anunciar la Semana Santa de 2005, el gran maestro del retrato, del eterno femenino, y también excelente cartelista, ha retomado al Cristo de sus amores, el que dibujó con tan sólo ocho años y a la cofradía que ayudó a consolidar su padre a principios del siglo XX: la Congregación de Mena. Después de varios años en que un cuadro de tema pasionista ha servido como cartel, los cofrades malagueños nos hemos vuelto a encontrar con un cartel concebido por su creador como tal, incluido el texto rotulado en el mismo, con su toque de modernidad y la simbología de una tilde convertida en capirote.

En el emocionante y multitudinario acto de presentación en el Salón de los Espejos del Ayuntamiento, el 10 de enero de 2005, el artista hacía una descripción de los elementos formales de la obra y de su significado:

“Es un Cristo, cuya cabeza emerge de un cuerpo esbozado apenas entre la corporeidad filtrada y el dorado fondo que la asiste.

En torno a Él, la dominante silueta de un cofrade que con respeto, asocia su protagonismo en el Cartel con la imagen del Cristo de la Buena Muerte.

El Nazareno va al paso, en su contrastado perfil de terciopelo negro. Sobre su hombro la bocina, y en su paño el escudo de Santo Domingo, enseña que personaliza a la Congregación de Mena.

Una disposición de planos oblicuos, verticales y horizontales comportan la estructura compositiva del cartel. Los colores dominantes; el negro y el ocre, con el resalte blanco del texto que coordina con la mano enguantada”.

Por su parte, el vicepresidente de la Agrupación de Cofradías, Jesús Castellanos, en sus palabras de análisis y glosa de este cartel, inequívocamente “menoso”, dijo:

Vuelve Félix Revello a su tierra para nuevamente reflejar con sus pinceles el profundo sentimiento de la Málaga Cofrade.

Y lo hace echando mano de sus más profundas vivencias y raíces, retomando para ello un icono que es historia y, al mismo tiempo, símbolo del sentir cofrade de nuestra ciudad.

Félix Revello nos trae una llamada argentea que quiere hacerse sonora desde el lúgubre sonido de una bocina y el ímpetu de unos brazos crispados que soportan el peso de la cruz.

Así ha querido pintar a Málaga, a la Málaga cofrade: resplandeciente de fulgores dorados y enlutada de la negra pena que se recorta en las agudas aristas de un capirote.

Hay tantas lecturas para este cartel que hoy presentamos que, sin equivocarnos, podríamos decir que cada uno de nosotros aportaría una personal experiencia sobre el mismo.

Los más verán en él la infancia rememorada de aquel cuya primera obra fue plasmar tan incomparable torso.

Algunos remitirán a una historia de hallazgos sorprendentes y a la fundación de aquella primera Congregación perchelera que dejó en una palabra propia una forma de ser, mientras que otros lo harán en torno a la pérdida irremediable que dio paso a la leyenda. No será difícil adivinar que haya quienes vean en él la marcialidad de un singular traslado que señala el mediodía del Jueves Santo malagueño”.