
La escultura, que costó 30.000 de las antiguas pesetas y sufragadas por un grupo de congregantes, es una reinterpretación del original, que realizara Pedro de Mena. Es lo que algunos han llamado la recreación admirable de lo único, la recreación del Cristo de Mena, aunque no es una copia exacta. Las diferencias entre ambos Cristos son obvias: el de Palma presenta unas proporciones un poco más grandes, la pierna izquierda descansa sobre la derecha (en el de Mena es al contrario), tiene los cabellos de forma distinta y el anudado del paño de pureza lo tiene en el lado derecho, mientras que Mena lo talló en la parte izquierda. Pero en líneas generales coinciden la plástica de la escultura y el tamaño de los brazos, que son más cortos con respecto al resto de la imagen. A pesar de todo ello, el Cristo continúa llamándose de Mena recordando al que desapareció, que dio y da nombre y se le conoce popularmente, desde sus orígenes, a esta cofradía. En 2008 fue restaurado por Maite Real Palma, que realizó los trabajos de limpieza y recuperación del mismo.
El rostro del crucificado de Palma representa la muerte personificada. Tiene la boca entreabierta y se le aprecian los detalles de los dientes y la lengua. Por las sienes cae la sangre de la corona de espinas (que un congregante elabora cada año y que se le impone antes de la salida procesional) hasta empapar y enlazar los cabellos rizados. Las manos y los pies, desfigurados. Los brazos y las piernas están amoratados. Los ojos inertes. El reguero de sangre fluye por todo el cuerpo, del mismo modo que el que mana de la herida del costado derecho. Cristo pende de una cruz arbórea yerto, aunque su cuerpo, de complexión fuerte, irradia amor. Todo está consumado. Una imagen que impresiona, que impacta. Todo una lección de anatomía, según describe el doctor Aurelio Díaz en su estudio anatómico de la talla, que es de estilo neobarroco. Un Cristo al que le han hecho peticiones miles de malagueños, como los versos de José María Pemán:
“Que vaya, en fin, por la vida
como tú estás en la cruz.De sangre los pies cubiertosllagadas de amor las manoslos ojos al mundo muertosy los dos brazos abiertospara todos mis hermanos.A ofrecerte, Señor, vengomi ser, mi vida, mi amor,mi alegría, mi dolorcuanto puedo y cuanto tengo.Cuanto me has dado, Señor.Y a cambio de esta alma llenade amor, que vengo a ofrecertedame una vida serena.Y una muerte santa y buena¡Cristo de la Buena Muerte!”.


María Magdalena
Imagen neobarroca de madera tallada y policromada que forma en su conjunto el Calvario en el trono del Cristo. Es una talla del escultor malagueño Francisco Palma Burgos de 1945. La obra fue restaurada en el año 2007 por la empresa ‘QUIBLA RESTAURACIONES’.
